e la persona de Orellana, porque de lo contrario experimentarian
irremediablemente su ruina. Pagaron, unos pocos que dejaron el asilo de
la eminencia, el atrevimiento de su capitan, y en seguimiento de la idea
propuesta, se continuo la marcha para campar en la llanura de Ayaguacas,
donde pasaron la noche sobre las armas, por el cuidado que daba la
inmediacion del enemigo.
El cacique de Caracato, impulsado de su fidelidad, manifesto la orden
que habia recibido del indio, Coronel Sanca, para alistar la gente de su
pueblo y cortar las citadas Balsas de Juliaca y Suches, cuyo
cumplimiento se encargaba bajo graves penas en nombre del Inca, Rey y
Senor del Peru; de que recelo Orellana que el pensamiento del rebelde no
era otro que dejarle cortado, y atacar la villa de Puno y Chucuito, para
poder pasar mas libremente por Pacajes a la ciudad de la Paz razon
porque adelanto su marcha hasta las cercanias de Coata, campando en las
orillas del rio. Y sin perder instante expidio las ordenes para que
condugesen 25 balzas del pueblo de Capachica, y se mantuvo un dia en
este puesto, asi para dar descanso a sus tropas, como para conocer el
estado de las armas: diligencia oportuna, porque al siguiente dia un
indio de aquella inmediaciones aviso que los enemigos venian marchando,
dispuestos para al ataque; como efectivamente se verifico, y al medio
dia habian ya bajado de las montanas, y se adelantaban con ademan de
acometer el campo que ocupaban nuestras tropas. Era ventajoso, porque su
izquierda estaba apoyada sobre el rio caudaloso de Coata; su derecha
cubierta de una laguna, y por la espalda no permitia sino un estrecho
paso la peninsula que forman las aguas, en cuya entrada se colocaron 25
hombres de a caballo para mayor seguridad de la mulada y ganado que
estaban como encerradas en su recinto.
Reconocieron los comandantes de los rebeldes, Ingaricona y Sanca, tan
ventajosa situacion, y se suscito entre ellos la disputa sobre si
convendria o no emprender el ataque: resistialo el segundo contra los
deseos y esfuerzos del primero, que queria obstinadamente se acometiese,
considerando el poco numero que se le oponia, que aun creyeron menor de
lo que realmente era, por haber mandado a la infanteria se sentase para
esperar el momento del combate: disposicion que certifico al enemigo en
su opinion, y se persuadio que los bultos que se divisaban eran las
cargas de equipaje, colocadas de aquel modo para que sirviesen de
resguardo al impuls
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