en los peligros de su aventura.
El ardid amoroso que pensaba emplear Bozmediano era cosa muy comun a
principios del presente siglo, en que se conservaba aun la rigidez de
los principios domesticos que habian hecho en tiempos anteriores una
fortaleza de cada hogar.
En el siglo XVII, cuando nuestra nacionalidad vigorosa, original y
profundamente caracteristica, no habia recibido influjo extranjero, los
espanoles se componian de otro modo: iban a su objeto por medios mas
violentos, mas decididos, mas romanticos, que indicaban antes la pasion
que la intriga; mas bien la resuelta actitud del valor que el ingenioso
intento de la astucia. Aquel fue el siglo de los raptos del convento,
de las escaladas por el jardin, de las fugas, de los atropellos, de los
sublimes atrevimientos. Entonces hubo un galan, segun dicen (el Conde
da Villamediana), que quemo su casa solo por el placer de sacar en
brazos a una dama.
La irrupcion de costumbres francesas, verificada con la venida de la
dinastia nueva a principios del siglo XVIII, modifico esta como otras
cosas. La sociedad que se imponia a la nuestra era menos grande, menos
valerosa, menos apasionada; pero mas culta, mas refinada, mas hipocrita.
Con ella vinieron los abates, y vino la literatura clasica, fria,
ceremoniosa, falsa, hipocrita tambien. La poesia pastoril, ultimo grado
de la hipocresia literaria, tuvo un renacimiento funesto en el siglo
pasado. Al compas de los madrigales, los abates hacian el amor
callandito en los salones. Los amantes, que componian versos de casto e
insipido pastorileo, no podian entrar en las casas como aquellos a
quienes encubria su dignidad, y entraban disfrazados o empleando los mas
extravagantes y rebuscados medios.
Con la sociedad nueva vino la moda nueva. Esta trajo las pelucas
blancas, los peinados complicados e hiperbolicos; y con el artificio
de estos peinados se creo el peluquero de las damas, hombre gracioso
que entraba en todos los tocadores, y era tercero en toda
intriguilla de amor.
Ningun siglo ha visto, como el decimoctavo, la astucia sirviendo al
amor. Veiase a los amantes arrostrando la ridiculez de situaciones muy
raras para poder hablar con sus damas. La casa era invadida; pero no
como la invadian nuestros caballeros del siglo anterior, espada en mano,
batiendose con una turba de criados y dos docenas de alguaciles, sino
astuta y solapadamente, enganando a las familias, abusando de la
confianza o encubriendose con un disfra
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