no venian con sus curas y cabildos humillados, y pedian
perdon, habian de sufrir el ultimo rigor y suplicios. Estas
cartas se enviaron con otras que trageron, y se entregaron a los
pueblos: no respondieron a ellas.
100. Por entonces se fulmino de Espana la ultima decretoria
sentencia, la que, como se decia, trajo un navio por el mes de
Febrero: el tenor de ella es este:--"Que de lo alegado y probado
en el modo posible esta cierto el Rey, que los individuos de la
Compania unicamente tenian la culpa de la resistencia de los
indios: por tanto, que diesen corte para que el tratado real se
ejecutase a la letra, y el negocio se cumpliese
indispensablemente. Ni aquella severidad, ni la del Marques de
Valdelirios, intimada al Prelado de la Provincia, sirvio de
algo, enviandole espuestas las cosas que estan dichas antes: y
asi despues rigorosamente prohibia toda apelacion, e
imperiosamente mandaba al P. Provincial, que inmediatamente
pasase a las Misiones a componer las cosas: y no haciendolo asi,
declaraba a los PP. reos de lesa magestad, y prevenia que se
aplicaria el castigo competente a semejante crimen, segun ambos
derechos." Tambien nuestro Comisario renovo las censuras,
preceptos y amenazas, de que antes hemos hecho muchas veces
memoria. Que el confesor del Rey, aunque en publico habia sido
despachado honorificamente, pero que en oculto, con una
reprension severa habia sido privado, y que toda la Compania
habia incurrido en la indignacion real. Que habian de venir en
el proximo Mayo 1,000 soldados veteranos, y mas, si fuesen
necesarios, y cuantos se pidiesen para avivar la guerra. Por
tanto, que se mandaba a los generales que prosiguiesen la
guerra, y que si por las dificultades de los caminos no pudiesen
llegar, que invernasen y fortificasen los reales, mientras
llegasen los socorros que se esperaban. Con estas cartas vino
tambien poco despues otra semejante del P. Provincial de la
Provincia, renovando los preceptos y mandatos. Y junto con ella
otra del mismo que habia respondido al Marques, en la que decia:
que habia entendido todas las cosas, y que la apelacion que se
le habia entredicho o negado al Rey de la tierra, la habia de
pedir con tanta mayor confianza al Rey del cielo, de cuya
apelacion ninguno ha de ser privado. Despues se escusaba de no
poderse poner en camino por su poca salud, y hallarse proximo a
la muerte; y le anadia, qu
|