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an distancia de sus manos. El gaucho, al ver cerrada la ventana, bajo los escalones, y una vez en la calle, se detuvo. Sebastiana, que se habia incorporado para verle mejor, creyo que murmuraba con expresion alegre: --En vez de una, van a ser dos. Pero tampoco estaba segura de haber oido esto exactamente, y al fin se retiro a la casucha del corral, donde tenia su camastro, algo decepcionada por el insignificante resultado de su acecho. Lo unico que persistio en ella, quitandole el sueno, fue la duda de si verdaderamente aquellas dos personas habian nombrado en su conversacion a la senorita de Rojas. Y volvio a preguntarse muchas veces: "?Que tendran esas gentes que decir de mi nina?..." Robledo paso igualmente una noche agitada. Habia instalado a Torrebianca en la misma habitacion que ocupo este con su mujer cuando llegaron a la Presa. Fatigado por sus emociones, el marques habia accedido al fin a quedarse en la casa de su amigo. Dos veces durante la noche desperto el espanol, avanzando su oido para escuchar mejor. Llegaban hasta el gemidos y palabras balbucientes desde la habitacion proxima, ocupada por Torrebianca. --Federico, ?deseas algo?... Su amigo Federico le contestaba con voz debil y humilde, procurando a continuacion mantenerse silencioso. Desperto Robledo por tercera vez, pero ahora la luz del dia marcaba con lineas de claridad las rendijas de su ventana. Un ruido habia cortado su sueno, obligandole a echarse de la cama con sobresalto. Al salir a la sala comun, que servia al mismo tiempo de comedor, vio en ella a Watson inclinado sobre una silla y acabando de calzarse las espuelas. La caida de esta silla, ocurrida poco antes, era lo que habia despertado a Robledo. Este, al ver a su socio, dijo alegremente: --iComo madruga usted!... Y eso que anoche le oi entrar muy tarde. Watson parecia triste, y se limito a contestar: --Como hoy no trabajamos, voy a dar unos galopes por el campo. Al marcharse el joven acabo Robledo de vestirse, paseando despues por el comedor. Cuando en sus evoluciones pasaba ante la puerta de la pieza ocupada por Torrebianca, sentia la tentacion de entrar. Deseaba ver a su amigo. Un vago presentimiento le infundia cierta inquietud. "Vamos a enterarnos de como ha pasado la noche", se dijo. Abrio la puerta, miro al interior de la habitacion, e hizo un gesto de asombro. No habia nadie en ella; la cama, con sus ropas en desorden, estaba vacia. El espanol que
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